Un perro no solo puede aportarnos compañía y cariño. Este excelente animal, considerado como “el mejor amigo del hombre” es muy versátil y sus capacidades pueden utilizarse en diversas terapias que favorecen y ayudan en la salud emocional y física de las personas.
¿Dónde ayuda un perro de terapia?
Estos perros trabajan junto a los terapeutas, participando en las sesiones impartidas para el tratamiento en residencias de ancianos, colegios, hospitales y centros de pedagogía, a diferencia de los perros de asistencia que acompañan en todo momento a personas con disfunciones físicas o mentales.
¿Cuáles son las particularidades de los perros de terapia?
Ante todo debemos saber que no todos los perros pueden ser perros de terapia. Un perro nervioso, ladrador y territorial difícilmente puede convertirse en un perro de terapia, por lo tanto, hay una serie de particularidades imprescindibles que deben poseer:
- Carácter tranquilo, equilibrado y paciente incluso en situaciones de estrés.
- Con buen comportamiento social, incluso con desconocidos.
- Poco independiente y capaz de desarrollar un vínculo fuerte con su dueño.
- Obediente y con gran capacidad para el aprendizaje.
- Sin ningún tipo de agresividad.
- Con perfecto estado de salud.
¿Cuáles son las razas más comunes en perros de terapia?
Aunque lo importante son las características del perro y no tanto la raza ni el tamaño, sí es cierto que la naturaleza de algunas razas les predisponen a ser unos excelentes perros de terapia. Algunas de estas razas son: Pastor Alemán, Labrador Retriever, Golden Retriever, Galgo, Caniche, Border Collie y Terranova entre otras.
¿En qué puede ayudar un perro de terapia?
Los perros de terapia mejoran la salud de los pacientes y ayudan fundamentalmente en el tratamiento de problemas lingüísticos, dificultad de aprendizaje en niños, ansiedad, depresión, y cualquier otra limitación psicológica, física o social de las personas, desde niños a ancianos.
Algunos de los beneficios que aportan son:
- Contribuyen a reducir del estrés, la ansiedad y la depresión.
- Favorecen la estabilidad emocional, la autoestima y la autonomía.
- Mejoran la capacidad lingüística.
- Favorecen el aprendizaje.
- Fomentan la comunicación y el sentido de la responsabilidad.
- Mejoran la motricidad.
En función de las necesidades del paciente, la terapia puede realizarse de forma individual o grupal y siempre pautada y supervisada por un terapeuta profesional.